El mundo del deporte está lleno de feroz competencia e intensas rivalidades. Pero hace poco, un jugador del equipo Pumas Tabasco vivió algo mucho más allá de los típicos insultos e intercambios acalorados. Emanuel Montejano, una joven promesa, recibió amenazas en las redes sociales después de un partido contra el América. A pesar de ponerlo en conocimiento de la junta directiva de la universidad, no recibió ningún apoyo. Esto plantea importantes cuestiones sobre el papel de las instituciones a la hora de proteger a sus deportistas tanto dentro como fuera del campo.
La experiencia de Montejano arroja luz sobre el lado oscuro de las redes sociales en la cultura deportiva. Después del partido contra el América, aparecieron fotos de Montejano con un jugador del América, lo que provocó la indignación de algunos aficionados de los Pumas. En las redes sociales, recibió innumerables amenazas e insultos de cuentas anónimas. Lo más preocupante es que algunos de estos mensajes contenían detalles específicos sobre su vida personal y su familia, lo que sugiere que las amenazas no eran sólo palabras vacías.
A pesar de la gravedad de la situación, Montejano informa de que no recibió ninguna ayuda ni apoyo de la junta directiva de la universidad. Esto es especialmente llamativo dado que se trata de un jugador joven que ha estado con los Pumas desde que tenía apenas 11 años. Es comprensible que en el deporte se desaten pasiones, pero las instituciones tienen la responsabilidad de proteger a sus jugadores de cualquier daño. Al no tomar medidas, la directiva de los Pumas envió el mensaje de que los jugadores están solos cuando se trata de lidiar con amenazas recibidas en línea.
En respuesta a la situación, Montejano emitió un comunicado en las redes sociales en el que explicaba que no apoyaba al América y que su única lealtad era hacia los Pumas. Aun así, el acoso continuó. Esto pone de relieve otro problema de la cultura deportiva: la tendencia a vilipendiar al equipo contrario como “enemigo” y no como simple rival. En una competición sólo puede haber un ganador, pero eso no significa que debamos perder de vista el hecho de que, al fin y al cabo, todos formamos parte de la misma comunidad.
Es lamentable que Montejano haya tenido que dar carpetazo a esta experiencia por la pasión de un partido. Nadie debería tener que soportar amenazas e intimidaciones sólo por estar asociado a un determinado equipo. Sin embargo, lo que es aún más preocupante es la falta de respuesta de la directiva de los Pumas. Corresponde a las instituciones predicar con el ejemplo y marcar la pauta a sus aficionados y jugadores. Sin el apoyo y la acción adecuados, jugadores como Montejano se sienten vulnerables y aislados.
El deporte debería ser una fuente de alegría e inspiración que nos uniera como comunidad. Sin embargo, cuando las cosas toman un cariz oscuro y se convierten en acoso e intimidación, es responsabilidad de todos los implicados alzar la voz y tomar medidas. La situación de Montejano demuestra que las instituciones tienen un papel clave que desempeñar en la protección de sus deportistas, tanto dentro como fuera del campo. Como aficionados y miembros de la comunidad, depende de nosotros promover una cultura de inclusión y respeto, incluso cuando nuestros equipos favoritos compiten entre sí. Al crear un espacio seguro para todos los jugadores, podemos garantizar que todos tengan la oportunidad de alcanzar sus sueños y disfrutar del deporte que aman.
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